Impunidad: Dolor e indignación nacional
"Villas de Salvárcar, San Fernando, Tlatlaya, Ayotzinapa... ¿Cuántas tragedias y sufrimiento más deberán sumarse a la lista para que las autoridades tomen decisiones que vayan más allá de una simple reacción de coyuntura?
Mientras el Estado mexicano no sea capaz de castigar al delincuente que roba el espejo de un auto o sancionar al funcionario que indebidamente cobra por un servicio, tampoco será capaz de generar y mantener un entorno de seguridad"
Andrea Ambrogi Domínguez en colaboración con Luis Salazar Gámez publicaron un interesante artículo en la revista Nexos en el cual desarrollan una interesante propuesta de tres acciones concretas que buscan abatir el penoso y peligroso problema de la impunidad como parte de una acción de fondo contra la delincuencia. " La premisa es clara: en tanto no se apliquen penas ni sanciones, el crimen y la corrupción seguirán creciendo. Ése es su hábitat, el campo fértil para reproducirse y subsistir. Sin embargo, como nación, no nos hemos dado cuenta de que éste es nuestro mayor enemigo" comentan Ambrogi y Salazar.
La razón por la que el castigo es necesario es que la rectitud de conciencia, la culpabilidad o el autocontrol son insuficientes para mantener a los individuos alejados de sus tendencias criminales. En algunos casos simplemente la culpabilidad no existe y por tanto ninguna reparación espontánea podrá suceder. Es un tema de tal importancia que debe hacer eco en las autoridades; las tres acciones en la propuesta de Ambrogi y Salazar además de fortalecer la confianza ciudadana en las instituciones, que tanta falta nos hace, nos muestra a todas luces que el sistema oficial de medición de la criminalidad en México no funciona y que es imperante diseñar un modelo de medición de la incidencia delictiva que aliente a la denuncia, no que la inhiba.
No cabe duda de que nuestras sociedades, aún las más primitivas no podrían sostenerse sin el castigo o cualquier forma de sanción mediante la que la colectividad se asegura detectar y corregir a los egoístas, los tramposos, los codiciosos, los violentos... etc. Nuestro sentido de la civilidad procede de la amenaza, la coerción vigilante y en cierta forma la prescripción del castigo. El castigo tiene pues dos dimensiones, una la puramente punitiva y la otra preventiva.
Un tema que además de interesante resulta apasionante, ya que nuestras sociedades, sobre todo las sociedades de la modernidad y la postmodernidad han abdicado del castigo.
Enlace al artículo: http://www.nexos.com.mx/?p=24167