viernes, 30 de julio de 2010

El espejo insoportable

Por Luis de la Barreda
Publicado en La Razón, 30 de julio de 2010.



La publicación de los resultados de las encuestas nacionales sobre inseguridad (ensi’s) que ha realizado el ICESI ha provocado molestia en algunos gobernantes, que, en cambio, no parecen molestarse por la inseguridad que se vive en sus entidades. Escándalo inaudito, irritación aguda: un organismo ciudadano revela cifras que ponen de manifiesto —¡vaya osadía!— que las cosas no están marchando bien.

Esa contrariedad me hace recordar un estupendo relato de Borges, Los espejos velados. El personaje siente horror ante los grandes espejos, “su infalible y continuo funcionamiento, su persecución de mis actos”; teme ver desfigurado en ellos su rostro por adversidades extrañas. “Uno de mis insistidos ruegos a Dios y al ángel de mi guarda —dice— era el de no soñar con espejos”. El espejo no crea la realidad, sólo la refleja. Por eso cuando la madrastra de Blanca Nieves le pregunta al suyo quién es la más bella de la comarca, la respuesta no es la que la malvada reina, cuya belleza empieza a marchitarse, hubiera deseado. Ella ya no es la más hermosa. El espejo puede revelar cosas espantosas. Perseo logra paralizar a las gorgonas haciéndolas ver sus rostros contorsionados.

Cambiar la realidad nunca ha sido tarea fácil. Es mucho más sencillo impedir que sea exhibida: sacar los espejos o ponerles velos. Pero quienes padecen hechos que deterioran gravemente su calidad de vida, que los lastiman y los agobian, no pueden conformarse con que tales sucesos sean soslayados. La tarea del ICESI ha sido la de mostrar la situación de la seguridad pública y el desempeño de las autoridades responsables de la materia, y para cumplirla ha utilizado con el mayor rigor el instrumento que la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD) considera más idóneo: la encuesta victimológica.

Todos quisiéramos que los datos que se desprenden de las ensi’s fueran más amables o menos amargos. Pero los hechos son como son y no como quisiéramos que fueran. Nunca se ha modificado la realidad negándola o disimulándola. Por el contrario, el punto de partida para irla cambiando gradualmente es conocerla y reconocerla.

El ICESI se ha afanado en descubrir y dar a conocer la magnitud de la criminalidad. Por eso gobernantes de todos los signos políticos han querido sacarlo de la escena pública: los tics autoritarios no son monopolio de ningún partido. Por eso los organismos ciudadanos que enarbolan la misma causa que el ICESI no aceptan la decisión de que sea excluido.

jueves, 29 de julio de 2010

Exigen en México la "No exclusión de la sociedad civil en la medición de la criminalidad"

Este es el contenido del comunicado que varias organizaciones de la sociedad civil dirigieron el 28 de julio de 2010, al titular del Poder ejecutivo Felipe Calderón Hinojosa, en su calidad de Presidente del Consejo Nacional de Seguridad Pública, con copia para todos sus integrantes:

En el crítico contexto de inseguridad que vive México, las organizaciones que suscribimos esta declaración expresamos nuestro absoluto desacuerdo con la decisión de excluir a la sociedad civil de la medición de la criminalidad, para dejar que sean sólo las autoridades las que se evalúen a sí mismas en materia de seguridad pública.

El pasado 16 de junio se publicó en el Diario Oficial de la Federación, un acuerdo que establece que el INEGI será el encargado exclusivo de realizar la encuesta nacional sobre inseguridad en el país. Este punto nunca fue incluido en la agenda, ni votado, en la sesión del Consejo Nacional de Seguridad Pública del día 3 del mismo mes.


Desde 2002 las encuestas nacionales de inseguridad han sido realizadas por el Instituto Ciudadano de Estudios sobre la Inseguridad (ICESI), un organismo ciudadano, con la participación de especialistas del más alto reconocimiento internacional, entre ellos, académicos de la UNAM, el ITESM y la Fundación Este País y con amplio respaldo y credibilidad para las organizaciones de la sociedad civil, por la calidad de sus investigadores y el trabajo que realizan en la medición de la inseguridad.


El diseño y metodología empleados por el ICESI en las encuestas tienen el aval de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD) y sus indicadores son indispensables para conocer de manera imparcial, la magnitud de la criminalidad en las entidades del país. Únicamente con instrumentos de esta naturaleza, aplicados por organismos de la sociedad civil, puede conocerse con objetividad el avance en la lucha contra la delincuencia logrado por los diferentes gobiernos federal y estatales. De ninguna manera se cuestiona la calidad profesional del INEGI; sin embargo, excluir a las organizaciones ciudadanas es una clara señal de que deliberadamente se busca terminar con el contrapeso que la sociedad civil representa para la confiabilidad de las mediciones del fenómeno criminal. De implementarse el acuerdo señalado, los ciudadanos perderemos una de las herramientas más confiables para evaluar las acciones de nuestros servidores públicos en el cumplimiento de su deber constitucional de garantizar la seguridad pública de todos los mexicanos.

Es a las organizaciones ciudadanas a las que les corresponde dar voz a las víctimas. Suprimir su contrapeso en la medición de la criminalidad es antidemocrático. Ya en noviembre de 2009, en el marco de la XXVII sesión del Consejo Nacional de Seguridad Pública, rechazamos todo intento en ese sentido.


Por lo anterior, demandamos la rectificación del acuerdo aludido a fin de que las encuestas nacionales sobre inseguridad sigan siendo conducidas por la sociedad civil, en particular por ICESI, quien desde el 2002, se ha dado a esa tarea con probidad y calidad.

martes, 27 de julio de 2010

Mexico: The State of Criminology and Public Safety

Routledge Handbook of International Criminology

Binding/Format: Hardback
ISBN: 978-0-415-77909-8
Publish Date: December 14th 2010
Imprint: Routledge
Pages: 600 pages

Mexico: The State of Criminology and Public Safety, es el capítulo escrito por Verónica Martinez Solares y Mario Arroyo Juárez para esta extraordinaria publicación, que sin duda, será un referente obligado de la criminología a nivel mundial. El libro editado por Cindy J. Smith, Sheldon X. Zhang y Rosemary Barberet representa el pensamiento y los hallazgos más recientes de un grupo de académicos ampliamente reconocidos y de jóvenes investigadores prometedores de alrededor del mundo que se reunen en un esfuerzo para ampliar nuestras perspectivas en la comprensión del delito y los sistemas de control social entre distintas fronteras y nacionalidades.
Este proyecto colaborativo articula una nueva forma de pensar la criminología y se afana por encuadrar los temas en un marco realmente internacional. Para aminorar la complejidad de este esfuerzo en componentes manejables, se presentan tres tipos diferentes de delitos -aunque a veces interdependientes: delitos intenacionales (e.g. delitos de lesa humanidad), delito transnacional (e.g. tráfico de personas) y delitos nacionales (e.g. descripción de los sistemas de justicia nacionales).

Cada una de estas pespectivas se articula a través de capítulos con componentes tradicionales (eg. teoría y métodos) componentes internacionales (eg. métodos comparativos, intercambio de experiencias) y una serie de estudios de caso, como es el capítulo de referencia sobre México. Definitivamente una obra indispensable para entender el delito en nuestra compleja realidad global. Más información en el sitio:

http://www.routledge.com/books/details/9780203864708/

domingo, 25 de julio de 2010

Terrorismo en México: realidad insoslayable

Publicado en Reforma, Enfoque, 25 de jul 2010.
Los hechos de violencia registrados en días recientes en Ciudad Juárez, Chihuahua, donde criminales detonaron un dispositivo explosivo improvisado matando a dos personas e hiriendo a otras siete, así como el atentado en una fiesta en Torreón, Coahuila, que dejó 17 personas muertas y 18 heridas, situaron en el debate público dos interrogantes: ¿estos hechos pueden catalogarse como terrorismo? y, en el caso específico del uso de explosivos en Ciudad Juárez, ¿el uso de esta táctica significa un escalamiento en el nivel del conflicto entre la delincuencia organizada y las fuerzas de seguridad gubernamentales?
La respuesta al caso de Torreón la dio el propio alcalde Eduardo Olmos Castro: "donde han muerto víctimas inocentes, civiles, para mí no existe otro calificativo que el de terrorismo... cuando es gente inocente la que cae, no queda otro término en mi vocabulario".
En ambos casos, tanto autoridades mexicanas como comunicadores nacionales han regateado el término "terrorismo" para describir los hechos. En el caso de Ciudad Juárez, el embajador de México en Estados Unidos, Arturo Sarukhán, declaró que no fue un acto terrorista porque no iba dirigido a civiles sino que: "el ataque estaba dirigido claramente contra la policía". Compartiendo esta posición, un diario nacional, entre la candidez y la ignorancia, señala en su editorial que "por rigor académico resulta dudoso llamar terrorismo a lo sucedido en Ciudad Juárez", ya que "las evidencias indican que el objetivo de la bomba era matar agentes federales".
Esta posición lo único que demuestra es la ausencia de una doctrina sobre terrorismo. Imaginar declaraciones en España diciendo que el coche bomba que estalló la banda terrorista ETA no fue terrorismo porque sólo iba dirigida a la Guardia Civil Española es sencillamente impensable. ETA ha matado decenas de elementos de la Guardia Civil, concejales, jueces, empresarios y civiles, y de acuerdo con el Estado español, son todos sin excepción víctimas del terrorismo. De la misma forma habría que preguntar a las autoridades estadounidenses, si el atentado hubiera ocurrido en El Paso, Texas, si habrían sido tan condescendientes en clasificar el hecho como algo "preocupante" pero no como terrorismo.
A quienes aún tienen dudas de si los actos que la delincuencia viene ejecutando pueden ser tipificados como delitos habría que remitirlos al Código Penal Federal, donde se señala que comete el delito de terrorismo el que "utilizando sustancias tóxicas, armas químicas, biológicas o similares, material radioactivo o instrumentos que emitan radiaciones, explosivos o armas de fuego, o por incendio, inundación o por cualquier otro medio violento, realice actos en contra de las personas, las cosas o servicios públicos, que produzcan alarma, temor o terror en la población o en un grupo o sector de ella, para atentar contra la seguridad nacional o presionar a la autoridad para que tome una determinación".
El uso de explosivos no sólo representa una escalada en la espiral de violencia, sino que el uso de esta táctica terrorista complementa las otras que ya viene utilizando la delincuencia organizada en México: explosivos lanzados (granadas), emboscadas, secuestros, homicidios e incendios. También es factible clasificar estos actos como terrorismo dado que sus objetivos inmediatos y de largo plazo coinciden con el de cualquier organización terrorista típica: buscar venganza, hostigar, debilitar o ridiculizar al gobierno, las Fuerzas Armadas u otras fuerzas de seguridad; impedir o retrasar decisiones o acciones de gobierno; demostrar poder o vulnerar la credibilidad gubernamental; mostrar la incapacidad del gobierno para proteger a sus ciudadanos, y forzar a la reacción del gobierno, sobrerreacción o represión ocasionando disentimiento público; interrumpir o desmantelar la infraestructura de apoyo de una fuerza contraria; influenciar el proceso de toma de decisiones a nivel internacional, regional, nacional o local.
Efectivamente, uno de los objetivos del terrorismo es generar miedo, que el diccionario de la lengua española define como "perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario". Esa sensación es la que la mayoría de los mexicanos tienen hoy ante la inseguridad que genera la delincuencia. Pero las autoridades también tienen miedo de llamar las cosas por su nombre. Es necesario reconocer la existencia del terrorismo en México y actuar en consecuencia. No diseñar e implantar una política de seguridad específica para enfrentar el terrorismo en México nos puede llevar a un escenario de violencia social inédito. Las discusiones semánticas, los discursos políticos y las condenas públicas no nulifican la maquinaria de muerte que es la delincuencia organizada, lo que se necesitan son acciones claras y contundentes en materia de terrorismo y contraterrorismo.